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Piezas hechas de luz y oscuridad

     Como ceramista, mi propuesta estética es sólida y muy personal; mis piezas tienen un sentido teatral y dramático, y no están diseñadas para desvanecerse en el entorno. Creo que los objetos decorativos deben entenderse por su capacidad para provocar una reacción emocional y para ser admirados y contemplados. Mi trabajo es principalmente escultórico; aunque mis piezas puedan tener una función, su calidad ornamental prevalece sobre la funcionalidad.

    Todas mis piezas están hechas a mano y, por lo tanto, cada una es única. Mi trabajo no es una reacción a ninguna tendencia o estilo. No estoy interesada en crear nada nuevo u original, porque pienso que todo acto de expresión artística proviene de un magma de influencias, ideas y memoria ancestral. Así pues, la tradición, el canon y la herencia cultural son esenciales en mi acercamiento a la cerámica. 

     Creo que cada diseño (o símbolo o imagen) es siempre la expresión de algo más grande, algo misterioso e intangible que trasciende el objeto en sí. Todas las ideas y conceptos son atemporales y eternos, y en todo caso, están tan solo esperando surgir de la oscuridad a la luz. 

    Después de varios años trabajando en instituciones museísticas y otros muchos viajando por el mundo con una compañía teatral y circense, me instalé en los Estados Unidos hace más de una década.  Fue aquí donde me inicié el ancestral arte de la cerámica, cuando algo inesperado y profundo despertó en mi. A pesar de tener una licenciatura en Humanidades y Filosofía del Arte, nunca antes había experimentado el deseo de crear arte con mis propias manos hasta que comencé a experimentar con la arcilla. 

 

     Mi cerámica es mi viaje personal de descubrimiento y regreso a los orígenes, y a su vez, un homenaje a la tradición y cada pieza, un momento de revelación. 
 

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